MANIFIESTO A LA NACIÓN DEL PRESIDENTE
DEL PERÚ,
AUGUSTO BERNARDINO LEGUÍA SALCEDO,
EL 4 DE JULIO DE 1919
La consideración de que es un deber ineludible obtener que no
se frustre el voto popular emitido ya, me obligan a asumir la Jefatura Suprema
de la República como Presidente Provisional.
Llamado al Perú por una poderosa corriente de opinión,
símbolo de las aspiraciones más nobles y patrióticas, elegido después
Presidente Constitucional por notoria voluntad de los pueblos, no podía
permitir que el país continuase marchando por la senda del error al abismo de
un desastre irremediable.
Una conspiración encabezada por el Gobierno pretendía
conseguir que el Congreso desconociera la elección presidencial que se había
hecho y apoyara una candidatura burocrática resuelta a imponerse ante el país
desde las antesalas de palacio.
En su afán de preocuparse casi exclusivamente de la política
en relación con dicha sucesión, no atendió debidamente a las consecuencias
económicas del conflicto mundial, con gran perjuicio de las clases necesitadas.
Y llevado en los últimos días por el propósito ciego de
despejar toda resistencia a sus planes, suprimió la prensa de oposición.
Como era inevitable, la violencia despótica que anulaba la
libertad de pensamiento y el control democrático de la opinión, tuvo la
condenación inmediata de los tribunales que mandaron devolver una propiedad
secuestrada.
El Gobierno se rebeló en hecho y en doctrina contra la
autoridad de los jueces, lo que no hicieron jamás las dictaduras más
desenfrenadas. El Gobierno, rebelándose contra un Poder Público, quedo fuera de
la Constitución y sin título alguno para reclamar la obediencia o el respeto de
los gobernados. Estas manifestaciones no eran sino el anuncio de otras más
graves que se preparaban y que era preciso evitar a todo trance y que se han
evitado mediante la reacción nacional que acaba de efectuarse.
Esta reacción en que se han unido en un solo espíritu el
pueblo y el Ejército, sería defraudada en sus finalidades si nos limitásemos a
un vulgar cambio de personas y de nombres.
El país quiere reformas constitucionales que destierren para
siempre la vergüenza intolerable de los gobiernos burocráticos y personales,
condenados a la pasión y al error.
La función del poder no puede estar reducida a preparar
sucesiones presidenciales, a ubicar Representantes amigos y a repartir las
prebendas del Presupuesto entre favoritos y cortesanos.
Ningún país puede subsistir con el antagonismo permanente
entre los gobiernos y la nación.
Las reformas de la Constitución que son indispensables y que
tengo prometidas a la nación, las hará el pueblo mismo, prestándoles su sanción
directa.
El periodo de transición será muy breve y antes de dos meses
tendrá el país organizados sus poderes en forma definitiva.
Confío en que la voz de la patria, a la cual, a pesar de mi
modestia, yo represento en este momento histórico, hará que todo el país
complete la obra que ha comenzado prestándole su concurso.
Soy el jefe de la nación y no considero a ningún peruano
adversario del régimen de honradez y progreso que voy a fundar con el concurso
de todos.
Nada habrá que detenga al Perú en la marcha hacia sus dos
grandes ideales: la reforma en la organización interna y la santa reivindicación
de sus derechos, ante los cuales desaparecen toda consideración personal y todo
interés político, y por los cuales todo sacrificio es insignificante.
Conciudadanos:
Tenemos la obligación de crear la democracia efectiva y de
hacer la felicidad de nuestra querida patria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario