MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,
AUGUSTO BERNARDINO LEGUÍA SALCEDO,
ANTE LA ASAMBLEA NACIONAL, EL 12 DE
OCTUBRE DE 1919 (2)
INICIANDO SU NUEVO PERIODO DE
GOBIERNO
Señores Representantes:
Llamado otra vez por mis compatriotas al desempeño de la
Suprema Magistratura, acudo a ese llamamiento, poseído de un sentimiento
extraño en que se confunden la grandeza de la honra discernida, el deseo de hacerme
acreedor a ella y lo penoso de la carga que significa el ejercerla, pero
resuelto, como siempre, a cumplir los graves deberes del espinoso mandato, sin
excusar fatiga, consagración, ni sacrificio.
Y, antes de recibir de vuestras manos la enseña de la
autoridad que se ha dignado reiterarme la voluntad de los pueblos, permitidme
rendiros cuenta de la labor consumada por el Gobierno provisional desde el
momento en que se efectuó la histórica transformación del 4 de julio último
hasta la fecha.
Poco, aunque realmente interesante, es lo que habré de
deciros, respecto al trimestre de esta administración; lapso apenas suficiente
para formarse idea del deplorable estado en que la administración anterior dejó
todos los ramos, esferas y servicios públicos.
No se ha interrumpido, felizmente, la paz exterior. Pero hay
que lamentar la forma violenta e inhumana con que han sido y siguen siendo
hostilizados nuestros compatriotas por el Estado del sur, que parece empeñado
en provocarnos nuevos conflictos.
Debemos esperar, sin embargo, que esa situación no ha de
durar mucho tiempo más.
Error imperdonable se cometió en no asumir una actitud más
franca, más definida y más rápida en presencia del conflicto europeo, cuando
ocurrió la declaración solemne de los Estados Unidos que decidió su
participación en la gran guerra en defensa de los intereses de los neutrales y
en pro de los ideales de justicia y libertad. El Perú debió entonces sin
vacilar mostrar inmediatamente su simpatía y su adhesión.
Pero este error puede salvarse, porque la gran institución
que ha surgido de la victoria de los aliados y que está destinada a dirimir las
disidencias entre los Estados y a afianzar el imperio de la paz y del derecho,
llevará a cabo su trascendental misión con absoluta serenidad, inspirándose
únicamente en el indeclinable propósito de escuchar la verdad y de servir a la
justicia.
Y la verdad y la justicia están con nosotros y responden a
nuestros anhelos fervientes para la realización del ideal de la recuperación de
las provincias irredentas.
No hay que repetir que la transformación política del 4 de
julio no alteró en lo menor el orden público. La nación, después de ejercer su
facultad soberana de expulsión contra los violadores de su mandato, continuó su
marcha normal, ni un solo instante interrumpida.
Sólo, como ya os he dicho en anterior ocasión, a principios
del pasado mes, los expulsados pretendieron reaccionar. Cogidos y puestos
algunos de ellos en detención, libertáronse de esta última, con la condición,
en nombre de ellos propuesta, de abandonar el territorio que querían hacer
teatro de su delito.
A vosotros os toca el deber de expedir providencias que
extirpen radicalmente cualesquiera gérmenes de desorden y permitan al Congreso
y al Gobierno dedicarse tranquilos al lleno de su elevada misión.
Notables reformas ha sancionado el pueblo, con su voto
plebiscitario, en lo tocante a la organización política del país y a la
administración de justicia.
Vosotros las habéis ratificado y espero que las concordaréis
con las otras prescripciones constitucionales en vigencia.
La Iglesia y el Estado mantienen cordiales relaciones, que
eximen a la República del peligro de las divisiones y contiendas religiosas
ocasionadas siempre a odios profundos, como que su causa radica en elevadas
tendencias del espíritu y en las más recónditas aspiraciones de la conciencia.
Un nuevo proyecto de ley de instrucción se ha sometido al
Gobierno, que lo estudia actualmente para poder darle sanción definitiva.
Nuevas orientaciones de orden respetable, así como la
urgencia de adaptar nuestra enseñanza superior a los grandes adelantos del
siglo, produjeron fermentación vivaz en el gremio universitario aparentemente
reñida con la disciplina tradicional, pero de significado hondo, revelación de
ansias de progreso y de ideales de perfeccionamiento que no era posible
desatender. El Gobierno dio solución temporal al conflicto, pero seguirá
ofrendándole consagración preferencial, a fin de resolverlo, en armonía con
vuestra autorización en forma que constituya avance efectivo y eficiente, para
los estudios superiores y un beneficio a favor de aquellas almas que hoy se
cultivan y dignifican para felicidad y engrandecimiento de esta patria que, en
no lejano día, están llamadas a impulsar y dirigir.
Uno de los anhelos más vivos de mi patriotismo es el
perfeccionamiento del Ejército, el ensanche de nuestra Marina y la adquisición
amplia, en calidad y número, de elementos que aseguren la respetabilidad de la
República. Doy los pasos para lograrlo, comenzando por reponer a su cifra
primitiva el número de regiones militares, que extiendan e intensifiquen
nuestra militarización pronta y simultánea en toda la extensión del territorio.
Ya os daré cuenta de lo que proyecto en la materia y de los medios que habréis
de facilitarme para conseguirlo.
Es de todo punto lamentable el estado en que, con el derroche
sistemático, la imprevisión y la inescrupulosidad hechas hábitos, ha quedado la
hacienda pública.
Los inmensos sobrantes que circunstancias notorias
obsequiaron a las arcas fiscales han desaparecido sin dejar huella benéfica de
su aplicación. Todos esos sobrantes han sido dilapidados clamorosamente, con
fines de dudosa utilidad, en prebendas y dádivas a los instrumentos de un
absurdo predominio o a personajes de su oligárquica predilección; en la
corrupción y humillación de las conciencias y en el negro plan de entronizar a
su favorito, burlando las elecciones de mayo.
Anticipos escandalosos, como el de un millón y cuarto de
soles, exigido a la Compañía Administradora del Guano; deudas y sueldos
insolutos, ascendentes a casi cinco millones; gastos presupuestos y
desatendidos temerariamente; tal fue el espectáculo que a mi vista ofreció el
Tesoro, al extremo de que apenas me hice cargo del Gobierno hube de emplear una
gruesa suma en la satisfacción de haberes de preceptores y magistrados en toda
la República; servidores que la desentendencia de los gobernantes tenía sumidos
en el dolor y la indigencia. A pesar de esto, no se ha desviado la aplicación
del fondo destinado a la construcción de ferrocarriles.
El orden y la moralidad, la estrictez y economía que se ha
iniciado en el ramo pondrán a salvo el derecho defraudado de los funcionarios y
empleados públicos y bastarán para realizar los grandes empeños que la nación
ha menester para su ensanche y robustecimiento.
A favor del alza que en la exportación y en el precio de
nuestros valiosos productos y materias primas trajo la gran guerra, nuestro
comercio se ha incrementado en proporción que sobrepasa a las más favorables
presunciones.
Una administración económica, honesta y juiciosa, que dentro
de severas normas administrativas incremente de una parte el ingreso fiscal y
de otra aplique la mayor suma disponible en forma reproductiva y estimuladora
del desenvolvimiento nacional, será para el país garantía de éxito en la marcha
de sus finanzas.
De ese régimen financiero será eje y fundamento el Banco
Nacional de la República, institución reclamada por las trascendentales
conveniencias económicas y administrativas del Perú. Oportunamente os
presentaré el proyecto de ley que ha de darle forma.
No hay, pues, razón alguna para la desesperanza. Las grandes
riquezas de que disponemos, la paz y el orden bajo la égida de un Gobierno
perseverante, laborioso y honrado, harán segura y prontamente de nuestra patria
una de las más prósperas del continente.
Gravísimo asunto para el Gobierno ha sido el de la
reagravación de los precios en los artículos de primera necesidad, que ha
venido a colmar de privaciones la vida de la clase media y del proletariado.
Situación tan calamitosa hubo de reclamar mi primera
atención. Lo hecho es poco sin duda; pero ya vendrá paulatinamente –porque no
es dable de otra manera- la solución por todos anhelada de un problema como
éste, tanto más ardua y difícil cuanto más expuesta está a graves errores y
requiere tanta energía como prudencia, para no incurrir en el riesgo de
aniquilar determinadas industrias nacionales, que, como elementos de riqueza
pública, merecen consideración y no deben desaparecer. Yo creo poder aseguraros
que dentro de seis meses el costo actual de las subsistencias quedará reducido
en un tercio menos de lo que hoy es.
Otra de mis grandes preocupaciones es la salubridad pública,
descuidada hasta el extremo de haberse desmantelado, abandonado y arruinado
casi, la estación que, para cuarentenas y otros usos de defensa sanitaria,
establecí e inauguré en 1912, en la isla de San Lorenzo. Últimamente se
comprendió lo absurdo de ese abandono y se procuró, aunque tarde, restaurar lo
que en ningún instante, ni por motivo alguno, debió dejarse perder.
El saneamiento, que también es riqueza, porque escuda e
intensifica la vida, capital y energías de las colectividades, muy
especialmente de las nacientes, como la nuestra, es objetivo que debe buscarse
a todo trance, como lo estoy haciendo en escala decisiva y primordial. Tengo,
en efecto, la satisfacción de anunciaros que me ocupo con una compañía poderosa
de celebrar un contrato encaminado al saneamiento de veinticuatro de nuestras
principales ciudades, que serán en breve pavimentadas a la moderna,
higienizadas en forma y dotadas de una provisión de agua potable suficiente
para una población superior en mucho a la que hoy cuentan. Ya os enviaré aquel
pacto para su aprobación.
Ocúpome, igualmente, en consumar lo más pronto posible la irrigación
de nuestras sedientas costas, obra que redundará en un ensanche agrícola y
financiero difícil de calcular y que, alcanzando proporciones colosales
realmente, nos convertirá en uno de los países más industriosos, productores y
ricos del mundo. Se comenzará por aquellos departamentos cuyos productos, por
su calidad y abundancia, nos aseguren utilidad inmediata. Tal empresa,
esencialmente reproductiva, constituirá por sí sola con el trabajo fecundo la
regeneración del Perú. Gruesas sumas de dinero han sido ya ofrecidas a mi
Gobierno con este fin y oportunamente os daré cuenta de las condiciones en que
podrán utilizarse.
Ocúpome, asimismo, de la implantación de las líneas férreas
que, aproximando el lejano oriente al corazón de la República, lo confunden en
lazo íntimo con el organismo nacional.
Tengo muy avanzado el convenio de construcción del
ferrocarril que, partiendo de Bayóvar y pasando por varios departamentos,
tendrá su término en aguas navegables del Marañón.
Han comenzado, a mediados de setiembre último, los trabajos
de la línea férrea que enlazará esta capital con el Pachitea y el Ucayali; vía
que terminará en Pucallpa.
Para formarse un concepto claro de la enorme importancia que
para el Perú tienen los ferrocarriles en vías de realización, bastará que os
diga que la gran vía del norte, una vez llevada a cabo, ofrecerá campo de vida
y de actividad a una población no menor de 25 millones de habitantes. Este
dato, de veracidad inconmovible, da la medida de las perspectivas colosales que
se abren a la nación con la política ferroviaria que va a desenvolver mi
Gobierno. Como mi norma de conducta debe encerrarse en la fórmula concreta
“Hechos, no palabras” me limito a esta breve referencia.
Estos caminos ferrocarrileros serán, señores, también la
integración del territorio, la consolidación de nuestros dominios, la
perpetuidad de sus linderos y la reafirmación de la nacionalidad y de la
soberanía. Se completará este extraordinario empuje de circulación y de
progreso con la próxima instauración de la aeronavegación postal, escuela de
nuestra defensa aérea del porvenir.
He dado cuenta, señores Representantes, de cuanto concierne a
la labor emprendida en el breve discurso de un Gobierno de 100 días.
El juramento que acabo de prestar es el sello compromisorio
de mi lealtad ciudadana y de mi fe patriótica. Así lo expreso a la faz de la
nación.
Mi programa, de cuya acción pongo ya algunas bases, tiene su
sentido en el propio sentido de la reacción nacional de julio. Lo sabéis
vosotros y todo el Perú lo sabe, porque él lo ha impuesto. Resuelto de mi parte
a darle ejecución, estoy seguro que la masa nacional no puede abandonarme,
porque el país por entero siente la urgencia de su cumplimiento con la intensidad
de los apremios vitales y a ese impulso uniforme no se sustraerán los escasos
peruanos a quienes un falso concepto de su situación ha perturbado
pasajeramente. Esta confianza absoluta en que reposa es la fuerza sustancial
que me alienta y me conforta en la gran tarea emprendida.
El Perú ha intensificado su evolución y atraviesa un periodo
de aguda prueba. La América lo contempla con especial interés porque sus
factores sociales y políticos van a pasar por el crisol de reformas
fundamentales. Saldremos purificados de la prueba, mediante el orden, la paz y
una dirección honrada y discreta. Entonces nuestra patria habrá recobrado el
lugar que sus valores históricos le asignan en el nuevo continente.
Quiera el Todopoderoso, señores Representantes, auspiciar
nuestros esfuerzos en provecho de la patria amada y pueda yo, como mi anhelo y
devoción por el servicio nacional me lo prometen, devolveros la insignia del
Poder Supremo con la satisfacción profunda de haber merecido bien de mis
conciudadanos.
Será ese galardón la más valiosa recompensa que el Perú ha de
otorgar a la consagración que le dedico.
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